miércoles, 7 de mayo de 2008

La inmigración en Zaragoza - Sobre resignaciones en la calle Ávila

Ermenegildo bebe cerveza dentro de la peluquería Paty.
Sentado frente a la puerta, con el pies en alto, se le ilumina la cara cuando entra alguien.

Lleva un par de meses en España. Recién cumplida la mayoría de edad, ha conseguido llegar a España desde Guinea Ecuatorial para buscarse la vida. De momento, ayuda a su prima Paty en la peluquería.


"¡No entiendo cómo piden 14 o 15 euros por cortar el pelo!¡Yo corto el pelo por 8 euros!"


Hoy no ha entrado ningún cliente en todo el día.

Sólo Paty se asoma al interior cada poco para vigilar si su hijo sigue dormido en el carrito.




Paty sólo se deja fotografiar si le dejas 15 minutos para maquillarse. Retira los utensilios de peluquera y se come el espejo con su cajetín de pinturas. Se mira a sí misma, como resignada, y repasa las cicatrices de cortes de su cuello y cara:


"¿Lo vas a publicar? Podrías habernos avisado..."


Lleva tres años en España y por fin ha conseguido alquilar un local de la calle Ávila. Es amplio y de techo alto, y acaban de pintar las paredes de amarillo. Ya maquillada, coge varias pelucas del escaparate y las adecenta con mimo.


Ermenegildo, mientras, barre risueño y con la mirada fija balbucea:


"¡El otro día hasta vino la tele y nos sacó!¡Peluquería Paty!"


Ella, inmóvil, sólo mira a la cámara, como buscando huir por el objetivo.